El fuego me daba un suave perfume amargo.
Habría quemado cipres. El fuego era una canasta de mariposas. Yo tomé una astilla y saqué una mariposa colorada. La puse sobre el hombre. Saqué una mariposa verde y la pose sobre el hombre. Y luego, otra mariposa colorada. Las mariposas revolotearon y proliferaron. El dio un grito, largo, aullado, negro. Un grito como un cipres. Pero, la boca se le lleno de mariposas. Y el grito se le lleno de mariposas. Y hasta el alma se le lleno de mariposas. Yo me rei; y me aleje riendo y termine en el bosque una larga carcajada. Busque la luna entre los arboles; pero, no estaba. Vino un viento leve, claro. Y los magnolios tuvieron el tiempo de estallar sus balas blancas. Vibraban los cipreses.
Marosa Di Giorgio
Marosa Di Giorgio
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home